Los peores días en las cárceles de Marlaska: agresiones sexuales, fugas y violencia contra funcionarios
En la última semana se han disparado los incidentes violentos en los centros penitenciarios de toda España
Un preso fugado en Asturias, un funcionario degollado en Cuenca y el ataque sexual a una profesora en Jaén son sólo algunos de la totalidad de casos registrados
Los sindicatos de prisiones culpan a Marlaska del descontrol penitenciario tras el asesinato de Lardero
El jefe de la cárcel de Logroño dejó libre al depredador de Lardero para no contradecir a Marlaska
El colectivo de presos de ETA monta un acto infantil para excarcelar a 2 etarras padres de una niña
Los centros penitenciarios españoles no son una balsa de aceite por lo general, pero en los últimos días ha habido una serie de acontecimientos que han empeorado y mucho la situación. Las asociaciones de profesionales penitenciarios advierten de las consecuencias del excesivo buenismo que se está exigiendo que se aplique desde Instituciones Penitenciarias en el día a día carcelario. Mientras se abren investigaciones internas en las cárceles bajo el control de Marlaska para responsabilizar a los funcionarios de actuaciones presuntamente extralimitadas, los internos más peligrosos han aumentado el número de actos violentos que protagonizan en prisión.
No hace falta retroceder mucho en el calendario para encontrar violentas agresiones ocurridas hace apenas unos días en nuestro país. El pasado 25 de octubre, hace menos de 10 días, en la cárcel zaragozana de Zuera, un funcionario le dio a un interno su medicación. Ante la sospecha de que el preso mercadeaba con sus pastillas el trabajador le obligó a tomárselas delante de él. El preso decidió incendiar su celda poniendo en riesgo su vida y la del resto de internos y trabajadores de la cárcel. Ese mismo día, otro funcionario era víctima de una violenta agresión que acabó con el preso hospitalizado tras la agresión perpetrada por un interno con más de 20 expedientes a su espalda. Esta agresión en Botafuegos sería la primera de un total de tres ataques de presos a trabajadores carcelarios con la llamativa característica de que hubo un mismo preso que participó en las tres palizas.
Son muchas las voces que justifican las lesiones sufridas por los funcionarios en las cárceles en horario laboral a manos de internos como “gajes del oficio”. Sería interesante saber lo que opinan de lo que le sucedió hace poco más de una semana a una trabajadora externa en la cárcel de Jaén. Se trataba de una profesora que, a primera hora de la mañana, se disponía a dar clases a un grupo de reclusos. Entre ellos uno muy peligroso, de constitución muy robusta y clasificado en Primer Grado Penitenciario, el que tienen los presos que mayor vigilancia requiere.
La profesora imparte de manera habitual sus clases en un aula con reclusos, para lo que lleva un dispositivo anti pánico encima que alerta a los funcionarios, pero aquel día no pudo ni activarlo. Aquel preso en Primer Grado le agarró la cabeza y trató de llevarla hasta sus genitales, que ya llevaba fuera de los pantalones. La mujer se zafó como pudo, pero el preso la agarró del brazo para insistir en su agresión. De no ser por la intervención de otro recluso, no hubiera podido llegar hasta los funcionarios que pudieron poner fin a la agresión.
Las asociaciones profesionales apuntan a que de un tiempo a esta parte el “buenismo” que Interior practica en las cárceles no solamente está afectando al quehacer de los trabajadores de los centros, sino que también está “envalentonando” a algunos reclusos. Dos ejemplos de estas conductas más agresivas de los presos se han dado en prisiones como la de Cuenca, donde un recluso degolló a un funcionario con un cristal casi ocasionándole la muerte, o el conato de motín del pasado día 26 en Campos del Río, en Murcia, donde una turba de presos secundó la resistencia de uno de los internos a regresar a su celda por orden de los trabajadores.
La fuga de Manuel, el atracador
En el capítulo de fugas, exitosas o frustradas, tampoco están siendo buenos tiempos para los centros penitenciarios bajo el auspicio del Ministerio del Interior. Lo curioso es que unos hechos están sirviendo de inspiración para que se produzcan otros. Finales de octubre ha traído mucho ajetreo en la cárcel leonesa de Mansilla de las Mulas. En esa cárcel, como en otras, son habituales las salidas terapéuticas en las que varios internos abandonan durante unas horas la prisión para llevar a cabo labores en beneficio de la comunidad. A alguien en Mansilla le debió parecer buena idea incluir a Manuel, un preso de 29 años, con 10 detenciones por atracos y robos con fuerza, en una de esas salidas. Manuel aprovechó la salida para fugarse, golpear a un vecino, robarle su coche y desaparecer con su novia. A Manuel sigue buscándolo la Guardia Civil.
Esta racha de hechos violentos tuvo un colofón a la altura el pasado día 31 en Melilla. “¡No tengo padre ni madre y me quiero morir!”. Eso fue lo último que escucharon los funcionarios de la prisión melillense antes de que un recluso se abriera literalmente la cabeza a golpes contra un muro y luego se abalanzara sobre ellos mientras profería amenazas de muerte. Los trabajadores acabaron literalmente bañados en la sangre del interno mientras lo reducían. Por cierto, ese mismo día, en Mansilla de las Mulas, donde se había fugado Manuel el atracador, dos presos argelinos disimulaban mientras los funcionarios registraban su celda. De nada les sirvió. Los trabajadores descubrieron que uno de los barrotes de la celda estaba serrado casi por completo. La situación en las cárceles de Marlaska no parece precisamente bajo control, pero el ministro y su secretario general no parecen verlo.